Durante el terciario tuvo lugar un periodo de gran actividad en toda la tierra, formándose la mayoría de las grandes cordilleras actuales. A mediados de este periodo, la orogenia alpina fue replegando y haciendo emerger la cadena de los Pirineos, con características geológicas similares a las actuales.

 

Posteriormente se formaron torrentes de gran poder erosivo que excavaron profundos valles y cañones, configurando la red hidrográfica. Las glaciaciones cuaternarias terminaron de perfilar la geografía actual de los Pirineos. Lenguas de hielo de hasta 40 kilómetros de longitud, esculpieron valles dándoles el típico perfil transversal en U, afilaron las crestas de las cumbres y formaron circos en cuyo fondo suele haber ibones.

 

Los hielos hicieron desaparecer gran parte de las plantas,algunas perduraron refugiadas en los ambientes mas protegidos, donde resistieron las nuevas condiciones de frío y sequia, y aparecieron otras procedentes del norte de Europa.

 

Al terminar las glaciaciones, las especies adaptadas a los climas fríos, se fueron replegando hacia las tierras nórdicas, refugiándose algunas en las montañas del sur de Europa (Alpes y Pirineos), aunque son mas las especies de origen pirenaico que conquistaron las tierras boreales. La vegetación actual, gracias a estos restos de floras anteriores y la aparición de otras nuevas, cuenta con una gran riqueza de especies ,lo que le confiere un altísimo interés científico. Los numerosos microclimas relacionados con la altitud, la orientación y la temperatura, determinan la configuración de las comunidades vegetales que pueblan el pirineo. Las precipitaciones, la temperatura y los vientos son los principales factores que modelan el clima de una región. La abrupta geografía pirenaica propicia la existencia de una gran diversidad de condiciones ambientales en los distintos puntos de la cordillera.

 

Dentro de las características climáticas mas relevantes de estas montañas, hay que destacar dos marcadas influencias que condicionan la humedad y la temperatura de determinadas zonas. De forma que en la parte mas occidental, con influencia oceánica, se producen mas precipitaciones y sus oscilaciones térmicas no son tan acusadas, mientras que los sectores central y oriental del pirineo tiene un clima continental, con menor grado de humedad y grandes cambios de temperatura.

 

Sobre la base climática antes mencionada se superponen gran variedad de ambientes locales, condicionados por las modificaciones que el relieve impone a la dinámica del aire.

 

En el pirineo hay diferencias altitudinales de hasta 3.000 metros. Generálmente a mayor altura las condiciones atmosféricas son mas duras, ya que aumentan las precipitaciones y la temperatura desciende. Aunque esto no es una regla fija, ya que otros factores provocan locálmente grandes contrastes de humedad y temperatura, como son las inversiones térmicas y las nieblas de fondo de valle.

 

Las variaciones ambientales y orográficas de los Pirineos condicionan la existencia de los diferentes pisos bioclimáticos, donde conviven determinadas comunidades vegetales.

 

Las cumbres de las montañas, por encima de los 2.800 metros de altitud, cubiertas de nieve y hielo durante la mayor parte del año, constituyen el piso nival, donde sólo unas pocas plantas localizadas en ambientes favorables consiguen sobrevivir.

 

Por debajo del nival se extiende el piso alpino. En estas alturas se dan unas condiciones climáticas extremadamente duras que impiden el desarrollo de los  árboles. Las pequeñas plantas adaptadas a este medio han de soportar un recubrimiento de nieve durante un largo periodo del año, grandes oscilaciones térmicas, vientos muy fuertes y una intensa radiación solar. No obstante la nieve también actúa en ocasiones como protectora de las plantas, evitando que se hielen incluso cuando la temperatura exterior desciende muchos grados por debajo de cero, y en la primavera algunas incluso empiezan a crecer antes de que la nieve se funda, perforándola para alcanzar la superficie.

 

En este piso las comunidades vegetales son muy variadas, debido a la gran diversidad de ambientes locales y del relieve y composición del suelo. Las masas de vegetación mas importantes son las praderas alpinas, formadas por diferentes plantas herbáceas. Sobre la tasca alpina, a poco de derretirse la nieve, se produce una verdadera explosión de color producido por miles de flores que convierten estos agrestes parajes en auténticos jardines, entre las mas vistosas destacan los lirios, el gamón, narcisos, orquídeas, gencianas, primaveras, y un sinfín de plantas que se afanan por desarrollarse a toda prisa en el corto espacio de tiempo que están libres de nieve. Entre las plantas alpinas es frecuente la reproducción vegetativa por estolones y bulbos.

 

Además de los condicionantes ambientales, hay otros factores que han contribuido en la distribución espacial de las comunidades supraforestales como son la actuación de los herbívoros salvajes y los domésticos junto con el hombre.

 

Siglos de presión ganadera ocasionaron una ampliación importante de los pastos alpinos, es por ello que los puertos actuales descienden hasta cotas muy bajas penetrando en niveles que por naturaleza pertenecerían a los bosques. Al mismo tiempo se favoreció la expansión de plantas adaptadas al diente y al fuego, desplazando a otras que han quedado relegadas a lugares poco visitados o inaccesibles.

 

Durante el verano se produce una estratificación vertical de los rumiantes sobre las vertientes en según su adaptación a los tipos de pasto y ordenados por su tamaño corporal, de manera que las vacas y caballos pacen en las laderas más bajas, mas arriba las ovejas y los sarrios en las cumbres y roquedos.

 

En muchas ocasiones los animales transportan entre su pelaje las semillas de algunas plantas contribuyendo a su dispersión, también es importante el aporte de nutrientes que sus excrementos producen sobre las zonas mas frecuentadas, que favorecen el desarrollo de determinadas comunidades vegetales, algunas muy bellas, como el narciso bicolor que abunda en los reposaderos de ganado del pirineo occidental.

 

El piso subalpino está  ocupado por pinares de pino negro (Pinus uncinata),que es el único  árbol capaz de soportar los rigores climáticos propios de alturas comprendidas entre los 1.600 y 2.300 metros, donde aproximadamente se enmarca este piso. Aunque el uso ancestral del fuego para acrecentar la superficie de pastoreo hace difícil precisar los límites naturales entre el prado alpino y el subalpino, que se crea al destruir los pinos negros y el sotobosque que le acompaña.

 

El pino negro crece muy despacio y puede llegar a vivir hasta 600 años, es muy resistente, teniendo que soportar tempestades de nieve, periodo vegetativo muy corto y una elevada insolación.

 

No es raro ver algunos ejemplares retorcidos y maltrechos en fisuras de rocas y canchales, que a pesar de su reducido porte pueden tener mas de 100 años.

 

El sotobosque del piso subalpino es cambiante, dependiendo de la exposición, duración de la nieve, el viento y otros factores, estando constituido principalmente por rododendros, arándanos, arnica, diversos helechos y alguna orquídea. En las zonas mas soleadas aparecen enebros y en los lugares mas secos crece la gayuba, junto a pastos y otras especies típicas de montaña mediterránea.

 

Las plantas rupícolas reciben este nombre por vivir preferéntemente sobre las rocas, donde aprovechan las mas pequeñas fisuras para adherirse y desarrollar por sus grietas raíces muy profundas que al mismo tiempo contribuyen a romper la piedra.

 

Existen muchas especies adaptadas a vivir en los ambientes más variados, algunas solo prosperan en zonas húmedas y sombrías como la oreja de oso y diversos musgos y helechos, otras prefieren peñascos secos y soleados como la corona de rey y otras Saxifragas, las hay acomodadas a vivir en la penumbra húmeda de cuevas y extraplomos como la (Pinguicula longifolia), que se alimenta de insectos.

 

El piso montano húmedo está  ocupado por hayedos y abetales, que se sitúan entre los 1.000 y 1.800 metros. Normálmente los abetos pueblan las zonas mas altas de este piso, situándose las hayas en un nivel inferior, aunque algunas veces se mezclan formando bosques mixtos.

 

El abeto (Avies alba) es una conífera gigantesca que puede llegar hasta los 50 metros de altura y la base de su tronco superar los 3 metros de diámetro. Desgraciadamente ya no quedan en el pirineo bosques con  árboles de estas descomunales proporciones, el último abetal de esta magnitud fue talado en la selva de Oza hace unos 30 años, y tardarían si se les dejara no menos de dos siglos en alcanzar el tamaño antes mencionado.

 

Los Pirineos son el único lugar del territorio peninsular donde se encuentra el abeto. Le gustan los terrenos húmedos y bien iluminados. Bajo ellos crecen diversos tipos de hongos y setas, la valeriana del Pirineo, orquídeas, fresas, violetas, etc.

 

El haya (Fagus silvatica) es un robusto caducifolio de hasta 30 metros, que necesita gran humedad ambiental, por lo que los mejores bosques se encuentran en las cabeceras de los valles de Ansó y Hecho y el puerto de Somport, donde las lluvias son mas abundantes debido a la influencia oceánica, también existen hayedos de menor entidad en las humbrías de otras zonas pirenaicas donde son frecuentes las nieblas.

 

Las ramas y hojas del haya est n dispuestas en planos horizontales, provocando una densa sombra bajo la que crecen helechos y musgos, entre otras plantas aclimatadas a restricciones lumínicas.

 

Los claros del hayedo-abetal se llenan de grandes hierbas como la belladona, chordoneras, saúcos, etc. En las zonas mas sombrías de estos bosques, entre musgos y delicados helechos, hallaremos una de las joyas botánicas del Pirineo, la oreja de oso (Ramonda myconi), que es endémica de estas montañas y una reliquia viviente de los tiempos terciarios.

 

En estas selvas también podemos encontrar  árboles de menor porte como serbales, tejos, abedules y  álamos temblones.

 

Los incendios y sobre todo las talas excesivas están degradando extensos bosques pirenaicos, cuyos suelos se erosionan con gran rapidez, haciendo que su regeneración sea imposible en muchos lugares.

 

El pino silvestre (Pinus silvestris) es el  árbol típico del piso montano seco. Es una preciosa conífera que alcanza los 30 metros de altura, siendo el que mas madera produce del Pirineo oscense. Resiste condiciones ambientales muy duras y coloniza todo tipo de suelos, desde los rocosos y pedregosos con muy poca humedad hasta los suelos profundos, donde convive con el abeto, llegando en ocasiones a subir hasta los dominios del pino negro.

 

La explotación generalizada de todos los bosques del piso montano ha favorecido la dispersión del pino silvestre, que expontáneamente ocupa los claros de quejigal, los del hayedo y los del abetal.

 

En zonas apropiadas bajo el pinar se desarrollan diversos arbustos como el boj, el acebo, y una capa de musgos, a veces muy gruesa, que cuando se empapa de lluvia guarda la humedad durante largo tiempo. En estos bosques también podemos encontrar arándanos, fresas, frambuesas, flores como las hepáticas y llamativos lirios como el martagón y el lirio del pirineo.

 

En los claros de los pinares de zonas secas aparece el erizón (Genista horrida),que también coloniza grandes extensiones en las crestas secas azotadas por el viento.

 

En las zonas húmedas de los valles se asientan los bosques mixtos de frondosas, con gran variedad de especies, entre las que encontraremos tilos, olmos, fresnos, avellanos, serbales, tejos, robles y arces.

 

El Tejo es un  árbol de hoja perenne, no muy frecuente, que crece disperso entre bosques de otras especies. Las semillas tienen una envoltura carnosa de color rojo que atrae a los pájaros, estos frutos son comestibles pero el resto del  árbol es  áltamente tóxico pudiendo ser mortal para el hombre y algunos animales.

 

El Serbal de cazadores es otro habitante típico de los bosques mixtos de zonas húmedas, es un  árbol de hoja caduca cuyos frutos forman unos vistosos racimos que se vuelven rojos al madurar en septiembre y perduran en el  árbol hasta el invierno,son comestibles y muy apreciados por algunas aves por lo que eran utilizados como cebo por los cazadores.

 

Los líquenes están formados por la asociación simbiótica de un alga y un hongo .El segundo es el que condiciona la forma y fisiología de el conjunto, ejerce la función de soporte y es capaz de captar del ambiente humedad y nutrientes. El alga realiza la fotosíntesis y produce el alimento para los dos. Debido a su escasa capacidad de competencia con las plantas superiores, generálmente los líquenes son desplazados a los sustratos más desfavorables, principalmente la roca desnuda o los troncos de los arboles. Existen numerosas especies distribuidas por todo el pirineo, exceptuando las altas cumbres cubiertas permanéntemente de hielo y zonas especialmente contaminadas. Diferenciar las especies de líquenes es difícil pero según su forma y estructura suelen dividirse en tres grupos. Los mas frecuentes son los "crustáceos" que forman capas duras fuertemente adheridas a las rocas, los "foliáceos" formados por escamas de aspecto parecido a hojas, unidas parcialmente al sustrato y los "gelatinosos" que viven libres sobre el suelo.

 

La vida de muchos insectos está  íntimamente ligada a las plantas, de las cuales obtienen su alimento mediante singulares adaptaciones. Al mismo tiempo los insectos desempeñan un papel fundamental en la fecundación de algunas flores transportando polen de unas a otras. La facultad para confundirse con el medio en que vive puede resultar de vital importancia para algunos animales y son muchos los insectos que muestran una forma y coloración similar a la vegetación en que se desenvuelven.

 

El piso basal del pirineo al ocupar la zona baja de las montañas y los fondos de los valles, fue destruido en gran parte para destinarlo al aprovechamiento agrícola y ganadero.

 

Durante siglos los quejigales suministraron leñas a los montañeses y en su tierra se asentaron muchos pueblos, pero una explotación excesiva y los consiguientes procesos de erosión arruinaron el bosque autóctono del Prepirineo oscense. Posteriormente se abandonaron muchos de estos pueblos y sus campos y bancales se repoblaron de pinos, principalmente pino laricio (Pinus nigra), pero en muchos lugares el suelo perdió buena parte de su fertilidad, por lo que estos pinares están muy poco desarrollados, predominando los matorrales de boj y las aliagas.

 

El quejigo (Quercus faginea) es un  árbol noble de lento crecimiento, que después de mantener su vestimenta seca durante el invierno reverdece a partir de mayo. Ocupa una banda que se extiende por todo el Prepirineo, preferentemente en alturas comprendidas entre los 600 y 900 metros donde el clima predominante es el submediterraneo, caracterizado por una sequía estival mas corta que en el llano, frecuentes lluvias otoñales y heladas hasta mayo. Ocupa suelos muy variados teniendo una buena capacidad de reserva de agua. Siempre se encuentra acompañado del boj (Buxus sempervirens) que es un arbusto muy bien adaptado a este ambiente comentado, en esta comunidad también podemos encontrar la aliaga, el lastón, gayuba y senera. Protegidos por el boj aparecen a finales de invierno narcisos y violetas. En sus claros hallaremos plantas mediterráneas como tomillos, lavandas y linos.

 

A menor altura que el quejigo crece la carrasca (Quercus ilex rotundifolia) que ocupa las solanas calizas del prepirineo, no es muy exigente en cuanto al terreno, llegando a trepar por congostos desfiladeros fluviales, siendo el único  árbol rupícola de esta zona. Con ella conviven el boj, el enebro, a sabina y la gayuba.

 

© 2013 Javier Ara